viernes, 13 de septiembre de 2013

Los demonios de Elmer

En la penumbra de la habitación, las sombras de la pared se movían lentamente deformándose con cada pulso de las velas. Lola sentada en el sofá, miraba fijamente a su hermana tumbada sobre aquella improvisada camilla. Estaba perpleja, jamás había visto nada como aquello que acababa de suceder. Habían estado muy preocupadas por los sucesos acaecidos las últimas semanas, y este era el momento esperado, pero el castañeteo de los dientes de su hermana Elmer, acurrucada debajo de la manta, la ponía cada vez más nerviosa.

- ¿Cómo te encuentras? – preguntó Lola

- Bien… bien, solo tengo un poco de frío. – respondió Elmer - Es como si dentro de mí, algo hubiera cambiado. – añadió perpleja.

- Para entonces un instante, si puedes – dijo Lola subiendo el tono

Elmer flexionó las piernas y dio un gran bostezo, sus brazos estirados con los puños cerrados, sobresalieron de la camilla por encima de la cabeza. La sanación había terminado.

- ¿Estoy limpia? - preguntó - ¿Y mi casa, está limpia? - añadió ágilmente.

- Ángeles y yo nos miramos, todo estaba en orden.

- Por supuesto. – afirmé mientras recogía los enseres de la sanación.

Aquel antiguo local convertido en vivienda, tenía un halo de graves conflictos de las situaciones pasadas e incluso de su anterior uso, y las sensaciones allí vividas últimamente por Elmer, erizaban todavía su bello.

- ¿Que es lo que me sucedía? – volvió a preguntar.

- Energías negativas – respondió Ángeles.

Apagué las velas, mientras recogía los cuencos del humeante carbón y subí la intensidad de la luz del flexo de la habitación, la lucha de sombras de la pared se desvaneció por completo. Por fin podíamos vernos las caras con claridad.

- ¿Por qué me ha sucedido esto? – añadió Elmer de nuevo.

- La conciencia es poderosa, - dijo Angeles - es una fuerza invisible, la más poderosa del cuerpo, cambia la energía sin salud en energía sana. Tus deseos compulsivos y tu preocupación constante, atraen un riesgo importante para tu salud.

- Son un demonio incesante que me susurra al oído – afirmó.

- Pero tú no haces nada por separarte de él – replicó Lola.

- De verdad, créeme, no puedo sacarle de mi cabeza. - intento resistir pero no lo consigo – dijo Elmer.

- Ese no es el camino - añadí - el impulso de resistir lucha siempre contra la necesidad que tienes de rendirte Elmer, esto empeora el condicionamiento, porque el conflicto se repite continuamente.

- Lo ves, te lo he dicho mil veces - dijo Elmer mirando fijamente a los ojos de su hermana. - Hay alguien dentro de mí con quien lucho incesantemente, aunque intente resistir siempre me vence. - Hasta cambia mis enseres de sitio. - Me quiere volver loca – añadió angustiada recordando los sucesos pasados.

Ángeles puso una mano cariñosamente sobre su hombro y dijo.

- Tranquila Elmer, ya no hay nada ni nadie con quien tengas que luchar.

El silencio invadió nuevamente la sala. Mientras Elmer reflexionaba cabizbaja sobre aquellas palabras, Lola encajaba mentalmente esa situación tan insólita, que se escapaba de sus conocimientos más mundanos. Había visto a su hermana regresar a la cordura después de tanto tiempo, con una simple sesión de imposición de manos.

- Esto es increíble – dijo Lola rompiendo el silencio de la habitación. - Os estamos francamente agradecidas – añadió

- No tenéis nada que agradecernos, nosotros somos solamente un canal - dijo Ángeles – Elmer desea sanar, lo ha pedido, nada ocurre por casualidad.- añadió




Al oír su nombre Elmer salió de su letargo, había estado en silencio unos instantes observando su interior, intentando escuchar aquella risa incontrolable que la había perturbado en tantas ocasiones, buscaba aquella voz que una y otra vez rompía el silencio de la noche, pero ahora podía dirigir sus pensamientos y parar su mente, algo había cambiado en ella.

Retiró la manta y se incorporó sobre la camilla, sus pies cubiertos por unos calcetines chillones, se balanceaban sobre el suelo cerámico de su casa, Tifón su perro, que había permanecido inmóvil durante toda la sesión, corrió junto a ella haciendo un alarde de amor por su ama.

Con un ágil salto subió al sofá y después desde allí a la camilla, su rabito cortado se movía incesante, como si el encuentro estuviera precedido de una larga separación, Elmer suspiró, abrazo a su mascota y disfrutó un preciado instante de esa tranquilidad tan añorada, rota últimamente por los miedos, la ansiedad, los llantos, el insomnio y los ladridos desquiciados de Tifón.

- La verdad es que me encuentro bastante más tranquila, mi cuerpo ahora es mucho más liviano – dijo - No tiene nada que ver con la confusión y el nerviosismo que tenía antes de comenzar la sesión. - Había intentado tantas veces llegar a este estado de paz interior, he rebuscado en mi pasado el por qué de esta situación tantas veces sin encontrarlo.

- Ángeles sonrió y dijo – El hecho de retroceder en tus vivencias y mirarte a ti mismo como un espejo, siempre apela a tu experiencia personal, invitándote a tener más cuidado en los nuevos instantes de tu vida, pero la reflexión tiende a quedarse únicamente en el plano intelectual, carece de poder sanador, si no das un paso más.

- Debes realizar un trabajo, la toma de conciencia es definitiva para que puedas mantener un estado saludable. – concluyó.

- ¿Qué puedo hacer entonces? – replicó Elmer

- Empieza manteniendo algo en tu mente y permitiendo que se desdoble, es una forma sencilla de enseñar a la mente, a no enfocarse en detalles únicos y aislados, te servirá para empezar a relajarla – Respondió Ángeles

- Creo que no logro entenderlo con claridad – dijo Elmer

Ángeles se giró solicitando mi intervención, la capacidad comprensiva de Elmer estaba mermada después del angustioso periodo anterior. Se había refugiado esporádicamente durante años en el alcohol y las drogas, intentando escapar de una realidad que era incapaz de sobrellevar. Además nunca había superado los complejos de su niñez.

- Necesita un cambio de vida – Se lo he dicho muchas veces - exclamó Lola

Me acerqué a Elmer y poniendo una mano cariñosamente sobre su hombro, señalé. – Experimentando sentimientos ajenos, llegarás a sentir las sensaciones y emociones de los demás. Te hará tener una visión más objetiva de tus acciones. Es la manera de poder visualizar las situaciones de forma más global, desde distintos puntos de vista, y no focalizando detalles únicos y aislados. Debes verte a ti misma más grande que tus problemas, poniendo extrema atención a tus puntos débiles. Esa conciencia tiene un gran poder de sanación a través de la expansión del yo. Además tienes que cerrar las puertas del pasado, para que se abran nuevos caminos. Cuando tu mente empiece a calmarse, la meditación será definitiva en el proceso sanador.

Elmer asintió con la cabeza.

Ángeles miró a Lola y sugirió: En principio, es importante que tenga tu guía. – poco a poco deberá coger ella las riendas.

Lola con gesto airado, interrumpió diciendo - Yo necesito tener mi vida. – Llevo años pendiente de ella, he descuidado hasta mi familia.

- Tienes que tener en cuenta Lola – señalé. - que la mente de Elmer alberga mucha confusión y conflictos de su pasado. Todavía carece de la paz necesaria para no distraerse con facilidad.

- Si pero sin colgarse de mí, como hace habitualmente. – argumentó Lola. -Siempre ha tenido mi ayuda, no iba a ser menos ahora. – Pero ella poco a poco, tiene que hacer un cambio. – añadió.

Elmer suspiró, descolgó los pies de la camilla, y sus chillones calcetines entraron en contacto con el suelo. Acurrucada todavía con la manta, fue hacia el sillón donde estaba sentada Lola y se colocó a su lado. Tifón acompañó a Elmer como de si de su sombra se tratara, y se colocó entre ambas. Lola pasó su brazo por encima del hombro de Elmer y se fundieron en un caluroso abrazo. Tifón moviendo incesablemente su rabito, estiró su pequeño cuerpo negro y dando un salto, metió el hocico entre ambas. Aquella larga pesadilla, parecía por fin acabada.

Ángeles miró su reloj, el tiempo se había esfumado tan rápido como los miedos de Elmer. Era tarde y la noche avanzaba inexorablemente hacia un nuevo día. - Bueno nos vamos a marchar. – dijo – hemos quedado por la mañana con un amigo que viene desde Mendoza, y es un poco tarde.
Elmer y Lola se levantaron del sofá y los cuatro nos fundimos en un efusivo abrazo. Estaban muy agradecidas, habían cambiado aquel ansioso estado, por un futuro plagado de nuevas ilusiones. Cada poro de nuestra piel vibraba emocionado por ver la radiante felicidad, de aquellos dos magníficos seres.

- La semana que viene cenamos juntos. – dijo Lola caminando hacia la puerta. - Estáis invitados, por supuesto - añadió.

- No hace falta que os molestéis – contesté

- No es ninguna molestia. – aclaró Elmer - pasamos un rato agradable, seguramente… tendré alguna duda. – añadió abriendo la puerta de la vivienda

- Perfecto, entonces en eso quedamos, llamarnos por teléfono y concretamos el día y la hora. – dijo Ángeles.

Salimos a la calle, la puerta del portal se cerró. Un llavero cargado de llaves, sonó cerrando el cerrojo de la puerta metálica. Mire hacia atrás, y allí estaba Tifón con su hocico pegado al cristal, de nuevo sacudiendo su rabito incesantemente. Entre los reflejos del cristal, Elmer se despedía moviendo su brazo. Antes de darse la vuelta y marcharse hacia dentro de la vivienda, puso la mano sobre sus labios y lanzó un enorme beso que voló hacia nosotros.

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