viernes, 17 de enero de 2014

El hambre en el mundo

El materialismo feroz devora los principios básicos de la conciencia del amor puro, un dogma actual que en ninguna de sus vertientes contempla el amor, una versión antiespiritual que en términos de evolución está abocada al fracaso.

Grandes especuladores y acaparadores, políticos ineficaces que no dudan en enriquecerse ilícitamente y sin el menor escrúpulo, dirigentes religiosos que rezan sobre el plato de la opulencia, incluso gentes comunes como tu y yo, que con nuestra ignorancia espiritual y asidos al inmovilismo, mantenemos la validez de un sistema que asumimos estar basado, en el reconocimiento de los derechos individuales en torno a relaciones voluntarias, y regulado por el propio mercado.

Este es un sistema ilusorio, que nos hace aferrarnos egoístamente a derechos secundarios, frente al derecho universal de la alimentación. Un derecho basado en el acceso individual o colectivo, de manera regular y permanente a una alimentación adecuada para todos los habitantes del planeta, así como un derecho basado en el acceso a los medios necesarios para su producción, garantizando con ello una vida física y psíquica digna.

La producción agrícola mundial, es suficiente para alimentar al doble de la población del planeta, mientras la cifra de hambrientos en el mundo no cesa de incrementarse año tras año.

Este sistema actual, que describimos regulado por el propio mercado, es únicamente un mercado del ego, promovido por el temor. Un sistema diseñado para seres incapaces de recordar su esencia más elevada. Riquezas absurdas que duran a lo sumo una vida, para seres tan pobres que solo poseen dinero, frente a almas maestras, que en muchos casos vienen voluntariamente para hacernos recordar la pureza del amor.



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