Parte primera.
Si la gran mayoría de las enfermedades tienen o están relacionadas con causas sutiles, como hemos podido observar en muchos casos, karma, traumas, miedos etc., quizás la única clave para que se produzca la sanación radica exclusivamente en el poder de autosanación del propio paciente. Aunque parece ser cierto, este fenómeno está abierto a discusión, pero la experiencia siempre nos conduce en la misma dirección. Muchos pensarán que el verdadero motivo de la enfermedad, es la exposición a algún factor crítico o algún agente exterior, pero cabe destacar que en circunstancias similares unos individuos enferman y otros no.
Por tanto si consideramos que la causa de la enfermedad es o tiene una componente sutil, esta procede sin lugar a dudas de la desunión con nuestro pensamiento más elevado, con nuestra acción más amorosa, en definitiva con nuestro "Yo Superior". En este espacio reside la base fundamental de la realidad más interna del ser humano, es la morada del amor, de la inteligencia, de la voluntad, de la espiritualidad, y del funcionamiento armonioso, indispensable para la salud. La enfermedad por tanto la situaremos en un plano inferior, en el plano del ego personal. Véase "De la esencia a la enfermedad".
La perfección original del ser es simplemente la Unión, igual que la enfermedad individual o enfermedad del ser es una expresión de desunión o separación. El individuo puede estar separado de si mismo como persona, esta desunión emocional de su auténtico ser, de su verdadero yo, genera la enfermedad, de esta situación habló extensamente Colin Bloy, un pionero en la sanación espiritual. "Si el ser ha sido traumatizado, puede ser causa de enfermedad, pero ese trauma no es en sí la propia causa, más bien la separación producida por el trauma. El trauma únicamente genera, o más bien se ocupa de la mitad del proceso".
Jodorowsky en su libro Metagenealogía, habla de una subdivisión del ego en cuatro energías; un ego corporal, otro sexual y creativo, otro emocional y un último intelectual. Resumiendo un poco, cada energía tendría tres vertientes, una personal que correspondería al yo inferior, de donde partirían todas las vías de desarrollo, para pasar por otra transpersonal que correspondería al yo superior, antes de transcender este para formar una unidad con el grupo y por tanto con toda la humanidad. La Unión.
Si hacemos un análisis de esta circunstancia podemos observar lo siguiente:
El ego corporal aspira a la inmortalidad, a la salud infalible, a la eterna juventud, a la abundancia y a la riqueza. El yo superior acepta la enfermedad, la vejez y la muerte, cada enfermedad se convierte en una enseñanza que apunta un conflicto interno. Esta energía elevada nos separa de las necesidades absurdas.
El ego sexual y creativo desea poseerlo todo, crearlo todo. Aspira a ser el mejor amante y el que más experiencias acumula, aspira a ser el artista más grande, el más formidable curandero y busca continuamente la satisfacción y la victoria. Nuestro yo superior nos separa de la individualidad para hacernos partícipes en actos de creación colectiva, percibiendo que somos un simple canal, es el arte sagrado, la acción útil, y la sexualidad sana como medio de unión con lo divino.
El ego emocional desea amar en exclusiva y ser amado con exclusión de los demás, confundiendo el amor con la posesión. El yo superior comprende que el amor es universal, aprendiendo a transmitir lo que recibe y teniendo una experiencia de un amor sin posesiones ni fronteras, donde todos los demás son uno con el.
El ego intelectual desea explicarlo todo, controlarlo todo, se aferra a sus creencias y a sus opiniones. El yo superior aprende a callarse y escuchar, renuncia a entenderlo todo para poder captar la noción del Todo.
Una vez vista esta subdivisión, se plantea la siguiente cuestión, ¿de donde adquirimos nuestra forma de actuar?, ¿donde tomamos la esencia?. El inconsciente se estructura básicamente sobre el terreno familiar, Véase "La configuración del ego", este terreno familiar lo podemos limitar a cuatro generaciones, pues más atrás se sumerge en el inconsciente colectivo. Si establecemos que más allá de los bisabuelos la memoria se pierde, podemos hacer el siguiente análisis: Si cada ser tiene 8 bisabuelos, en la generación anterior aparecerán 16 tatarabuelos, en la siguiente 32 y así sucesivamente aparecerán en treinta generaciones 1.073.741.824 individuos, en un periodo aproximado de 750 años. Esta población es aproximadamente, 179 veces superior a la población existente en toda la península ibérica en el siglo XIII. Este resultado por consiguiente explica, como abandonaríamos rápidamente el concepto de familia para adentrarnos en el de humanidad, y por tanto establecer que la humanidad es una gran familia a la que pertenecemos todos, "Todos somos Uno", nuevamente "La Unión" como vinieron a explicar los grandes maestros.
Pero volviendo a estas cuatro primeras generaciones que son generalmente las que abarca la memoria del individuo, y por tanto son la base de los problemas y las virtudes de cada uno de nosotros, vemos la imposibilidad de sanar al individuo si no se sana también el núcleo familiar, acción que generaría las condiciones idóneas para procurar la salud a posteriores generaciones.
Yo soy tu Dios... que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación. Éxodo 20:5
Quizás este pasaje de los libros de Moisés, alude a este tipo de enfermedades familiares, pues de la primera a la cuarta generación se repiten los nombres, enfermedades, fracasos, o conflictos. Aparecen familiares expulsados del clan, secretos guardados con celo, rivalidades entre hermanos y hermanas, rencores, ruinas económicas etc. Tememos ser separados de la manada, como animales que somos, tememos ser excluidos si nos diferenciamos, y por tanto repetimos los errores ancestrales que transmitimos de generación en generación.
Cada núcleo familiar tiene sus características propias, sus enfermedades psicológicas transmitidas de generación en generación, estos males no son físicos ni materiales y solo con la evolución de la conciencia se pueden superar.
El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo. Ezequiel 18:20.
Continúa en: "Enfermedades familiares II"
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