Las materias contenidas en las páginas que siguen no constituyen una colección de inferencias deducidas del estudio. Presento ante mis lectores conocimientos que he obtenido por medio del favor, más bien que por el esfuerzo. No se encontrará por este motivo que su valor desmerezca en lo más mínimo; me atrevo, al contrario, a declarar que éste será considerado incalculablemente más grande, teniendo en cuenta la facilidad con que los he obtenido, que los resultados, que los métodos ordinarios de investigación me hubieran podido proporcionar, aunque hubiese poseído en su grado más elevado lo que no pretendo poseer en modo alguno, sease—ciencia Oriental.
Todo el que conoce la literatura india, y todavía más, cualquiera que en la India ha tenido interés en hablar con naturales del país, ilustrados acerca de asuntos filosóficos, estará enterado de la, convicción general en Oriente, de que existen hombres que saben más acerca de filosofía en la más elevada acepción de la palabra, o sea la ciencia del verdadero conocimiento en las cosas espirituales, que lo que puede encontrarse registrado en todos los libros.
En Europa la noción de secreto aplicada a la ciencia es tan repulsiva al instinto prevaleciente, que la primera tendencia de los pensadores europeos es negar la existencia de aquello que miran con tanto disgusto. Pero las circunstancias me han asegurado plenamente, durante mi permanencia en la India, que la convicción a que acabo de referirme es perfectamente fundada, y al fin he tenido el privilegio de recibir una masa muy considerable de instrucción acerca de la, hasta hoy, ciencia secreta, sobre la cual los filósofos orientales han meditado en silencio hasta la fecha; instrucción que hasta ahora, sólo ha sido comunicada a estudiantes preparados para penetrar en las regiones del secreto, y permaneciendo sus instructores muy tranquilos respecto de la duda en que han quedado los demás investigadores, acerca de si existía o no algo de importancia que aprender de ellos.
Compartiendo en un principio esa antipatía por la antigua regla de conducta oriental, en lo que a la ciencia se refiere, llegué, sin embargo, a apercibirme de que la antigua ciencia oriental era realmente una verdad importante. Puede ser excusable considerar las uvas como verdes cuando están por completo fuera de alcance, pero sería locura persistir en tal opinión si un amigo de estatura elevada pudiese coger un racimo y las encontrase dulces.
Por razones que se verán en el transcurso de esta obra, la masa considerable de enseñanzas, hasta entonces secretas, que el presente volumen contiene, me ha sido comunicada, no ya con las condiciones normales, sino con el fin expreso de que a mi vez las comunicase al mundo sin reservas.
Sin la luz de la ciencia oriental, hasta ahora secreta, es imposible por sólo el estudio de su literatura, hasta el presente publicada en inglés o en sánscrito, que ni aun las inteligencias más claras puedan comprender las doctrinas internas y el significado verdadero de cualquiera religión oriental. Esta afirmación no lleva consigo reproche alguno hacía los escritores ilustrados y laboriosos de gran ingenio que han estudiado las religiones orientales en general, y especialmente el Buddhismo, en sus aspectos externos. El Buddhismo, sobre todo, es una religión que ha gozado de una existencia doble desde el principio mismo de su introducción en el mundo. La significación real interna de sus doctrinas, ha sido mantenida apartada de los estudiantes no iniciados, mientras que sus enseñanzas externas han sido meramente presentadas a la multitud como un código de lecciones morales, con una literatura simbólica y velada que indicaba la existencia de conocimientos tras de la misma.
A la verdad, esta ciencia secreta es con mucho, anterior al paso de Gautama el Buddha por la vida terrena. La filosofía brahmá-nica, en épocas anteriores a Buddha, comprendía la misma doctrina que en la actualidad puede llamarse Buddhismo Esotérico. Sus contornos, a la verdad, se habían borrado y sus formas científicas habían sido parcialmente confundidas; pero la masa general de conocimientos estaba ya en posesión de unos pocos elegidos antes de que Buddha viniese a participar de los mismos. Buddha, sin embargo, emprendió la tarea de revisar y restaurar la ciencia esotérica del círculo interno de iniciados, lo mismo que la moralidad del mundo externo. Las circunstancias en las cuales esta obra se verificó han sido muy mal comprendidas, ni sería inteligible una verdadera explicación de aquéllas sin aclaraciones, que previamente proporcionase un examen de la misma ciencia esotérica.
Desde el tiempo de Buddha hasta hoy, la ciencia esotérica a la cual nos referimos, ha sido celosamente guardada como una preciosa herencia perteneciente sólo a los miembros regularmente iniciados de asociaciones misteriosamente organizadas. Estos, en lo que al Buddhismo se refiere, son los Arahats, o más propiamente, los Arhats, a los cuales se hace referencia en la literatura buddhista. Ellos son los iniciados que recorren el "cuarto sendero de santidad" del cual se habla en los escritos buddhistas. Mr. Rhys Davids, refiriéndose a la multiplicidad de textos originales y a las autoridades sánscritas, dice: "Pueden llenarse páginas con las alabanzas impregnadas de un sentimiento temeroso y de éxtasis que en los escritos buddhistas se prodigan a este estado de la mente, el fruto del cuarto sendero, el estado de un Arahat, de un hombre perfecto con arreglo a la fe buddhista." Y después de hacer una serie de citas procedentes de autoridades sánscritas, dice:—"Para aquel que ha llegado al final del sendero y pasado más allá de la tristeza; que se ha libertado por sí mismo de todo y que se ha desprendido de todas las cadenas, no existe ya la inquietud ni el disgusto... Para él no hay ya más nacimientos... hállase gozando del Nirvana. Su antiguo Karma está exhausto, no ha producido Karma alguno nuevo; su corazón está libre de anhelos por una vida futura y no generando nuevos deseos, ellos, los sabios, se han extinguido a manera de una lámpara."
Estos párrafos y todos los que a ellos se parecen, conducen, después de todo, a los lectores europeos a una idea enteramente falsa en lo que se refiere a la especie de persona que un Arhat es en realidad; a la vida que lleva mientras está en la tierra y a la que le espera más adelante. Pero la elucidación de estos puntos puede ser diferida por el momento.
Primeramente pueden exponerse otros párrafos procedentes de tratados esotéricos que demuestran qué es lo que generalmente se supone ser un Arahat.
Mr. Rhys Davids, hablando de Jhana y Samadhi (la creencia de que era posible, por medio de la intensa absorción de sí mismo, alcanzar facultades y poderes sobrenaturales) dice: "En todo a lo que llegan mis noticias no se registra ningún caso de nadie, ya sea un miembro de la orden, ya un asceta brahmán que haya adquirido estos poderes. Un Buddha siempre los ha poseído; si los Arahats, como tales, pueden verificar los milagros especiales en cuestión, o si de entre los mendicantes sólo los Arahats, o únicamente los Asckhas pueden llevarlos a efecto, es cosa que en la actualidad no está clara." En las fuentes de información que acerca del asunto han sido hasta ahora exploradas, muy poco es lo que se encuentra claro. Pero yo meramente me limito a mostrar que la literatura buddhista rebosa de alusiones referentes a la grandeza, y poderes de los Arhats. En cuanto a un conocimiento más íntimo de lo que a ellos se refiere, circunstancias especiales nos lo deben proporcionar con las explicaciones requeridas.
Mr. Arthur Lillie, en BUDDHA Y BUDDHISMO PRIMITIVO nos dice: "Seis facultades sobrenaturales se requerían del asceta antes de que pudiera pretender el grado de Arhat. A ellas se alude constantemente en los Sutras, como a las seis facultades sobrenaturales, y generalmente sin ninguna más especificación... El Hombre posee un cuerpo compuesto de los cuatro elementos... en este cuerpo transitorio su inteligencia está encadenada; encontrándose el asceta así confundido, dirige su mente a la creación del Manas. El se representa a sí mismo en pensamiento, otro cuerpo creado de este cuerpo material, un cuerpo con una forma, miembros y órganos. Este cuerpo es al cuerpo material lo que la espada es a la vaina; o como una serpiente saliendo de un cesto en el que se hallase confinada. El asceta entonces, purificado y perfeccionado, empieza a poner en práctica facultades sobrenaturales. Se encuentra en disposición de pasar al través de obstáculos materiales como muros, murallas, etc.; es capaz de lanzar su fantástica aparición en muchos lugares al mismo tiempo... puede abandonar este mundo y hasta alcanzar el cielo del mismo Brahma... Adquiere el poder de oír los sonidos del mundo invisible tan distintamente como los del mundo fenomenal, y aun más distintamente en realidad.
También, por medio del poder de Manas, es capaz de leer los pensamientos más secretos de los demás y de dar cuenta de sus caracteres." Y así sucesivamente con los demás ejemplos. Mr. Lillie no ha adivinado con exactitud la naturaleza de la verdad existente tras esta versión popular de los hechos; pero en rigor no hay necesidad de citar más para demostrar que los poderes de los Arhats y su penetración en las cosas espirituales son respetados por el mundo buddhista del modo más profundo, por más que los mismos Arhats se hayan mostrado singularmente poco dispuestos a favorecer al mundo con autobiografías o relaciones científicas acerca de los "seis poderes sobrenaturales".
Algunas sentencias de la reciente traducción de Mr. Hocy, de la obra del doctor Oldenberg: Buddha: su Vida, su Doctrina, su Orden, pueden encajar convenientemente en este sitio, después de lo cual seguiremos adelante. Leemos: "La proverbial filosofía buddhista", atribuye, en innumerables párrafos, la posesión del Nirvana al santo que todavía pisa la tierra: "El discípulo que se ha desembarazado de la sensualidad y del deseo, rico en sabiduría, ha logrado aquí en la tierra librarse de la muerte; ha alcanzado el reposo, el Nirvana, el estado eterno. El que ha escapado de los laberintos difíciles y sin huellas del Samara, que ha cruzado y llegado a la orilla, en sí mismo absorbido, sin tropiezos ni dudas, que se ha librado por sí mismo de lo terreno y ha alcanzado el Nirvana, a aquel le llamo yo un verdadero Brahmán."
Si el santo quiere poner fin a su estado de existencia puede hacerlo, pero la mayor parte continúan en él hasta que la Naturaleza ha alcanzado su término; acerca de éstos pueden decirse aquellas palabras puestas en boca del más eminente de los discípulos de Buddha: "No deseo la muerte, no deseo la vida, espero llegue mi hora como un sirviente aguarda su salario." La multiplicación de citas semejantes equivaldría sencillamente a repetir en formas distintas los conceptos exotéricos concernientes a los Arhats. Como todos los hechos y pensamientos del Buddhismo, el Arhat tiene dos aspectos : uno bajo el cual se presenta el mundo en general, y otro en el que vive, se mueve y existe. En lo que a la estimación popular se refiere, es un santo aguardando un galardón espiritual de la especie que el vulgo puede comprender, un productor de maravillas por medio del favor de agentes sobrenaturales. En realidad, es el custodio, por largo tiempo probado, de la filosofía más profunda y recóndita de la religión fundamental que Buddha renovó y restauró, y un investigador de la ciencia natural situado en la misma cumbre del conocimiento humano, no sólo en lo que a los misterios del espíritu se refiere, sino también en todo lo que con la constitución material del mundo se relaciona.
Arhat es una designación buddhista. La que es más familiar en la India, en donde los atributos correspondientes al estado de Arhat no están necesariamente asociados con las profesiones del Buddhismo, es Mahatma. La India está saturada de narraciones acerca de los Mahatmas. Los más antiguos son, generalmente, llamados Rishis; pero los términos son sinónimos, y yo he oído aplicar el título de Rishis a hombres hoy día vivos. Todos los atributos de los Arhats que se describen en los escritos buddhistas, están mencionados con no menos reverencia en la literatura india que los de los Mahatmas, y fácilmente podría este volumen llenarse con traducciones de libros del país refiriendo hechos milagrosos verificados por aquellos a quienes la historia y la tradición conocen por tal nombre.
En realidad, los Arhats y los Mahatmas son los mismos hombres. En aquella altura de
espiritual exaltación el conocimiento supremo de la doctrina esotérica confunde todas las distinciones sectarias originales. Por cualquier nombre que tales illuminati se denominen, son los Adeptos de la ciencia oculta, llamados algunas veces ahora en la India los Hermanos y los Custodios de la ciencia espiritual, la cual les ha sido confiada por sus predecesores.
En vano sería que registrásemos la literatura antigua y moderna en busca de cualquier
explicación sistemática de su doctrina o ciencia. Una buena parte de ésta está obscuramente expuesta en los escritos ocultos; pero muy poco de la misma es de utilidad para los lectores que emprenden la tarea sin conocimientos previos adquiridos independientemente de los libros. Debido al favor de la instrucción directa de uno de entre ellos, puedo yo ahora intentar un bosquejo de las enseñanzas de los Mahatmas, y del mismo modo es como he adquirido lo que se, concerniente a la organización a que la mayor parte de ellos, hasta los más grandes, pertenecen en la actualidad.
En todo el mundo existen ocultistas de distintos grados de eminencia, e igualmente
fraternidades ocultas, las cuales tienen mucho de común con la fraternidad directora establecida en el Thibet. Pero todas mis investigaciones acerca del asunto, me han convencido de que la Fraternidad Thibetana, es incomparablemente la más elevada de tales asociaciones y, como tal, considerada por todas las demás, dignas a su vez de ser tenidas como realmente "iluminadas" en el sentido oculto de la palabra. Existen, a la verdad, en la India muchos místicos aislados que a la vez que se han educado a sí mismos no tienen conexión con las asociaciones ocultas. Muchos de éstos dicen que ellos llegan a mucha mayor altura en iluminación espiritual que los Hermanos del Thibet o que cualquier otra gente de la tierra. Pero el examen de semejantes pretensiones, en todos los casos que se me han presentado, creo que conduciría a cualquier profano imparcial, por poco calificado que estuviera por su propio desenvolvimiento personal para juzgar acerca de la iluminación oculta, a la conclusión de que aquellas pretensiones son por completo infundadas. Por ejemplo: conozco a un natural de la India, hombre de educación europea, que goza de un pingüe sueldo del Gobierno; de buena posición social; que posee un carácter elevado, y que es respetado de un modo poco frecuente por los europeos que con él están relacionados en la vida oficial. Esta persona únicamente concede a los Hermanos del Thibet un segundo lugar en el mundo de la iluminación espiritual. El primer lugar lo considera ocupado por una persona que ya no está en este mundo: su propio maestro oculto en vida, de quien resueltamente asegura que fue una encarnación del Ser Supremo. Sus propios (de mi amigo) sentidos internos fueron despertados por este Maestro, de modo que las visiones del estado extático, en el cual puede todavía sumirse a voluntad, son para él la única región espiritual en la cual se siente interesado.
Convencido de que el Ser Supremo fue su instructor personal, y de que continúa todavía siéndolo en su estado subjetivo, es naturalmente insensible a toda indicación de que sus impresiones pueden ser desnaturalizadas en razón de su mal dirigido desenvolvimiento psicológico. Por otra parte, los devotos de gran ilustración que uno encuentra ocasionalmente en la India, que edifican su concepto de la Naturaleza, del Universo y de Dios, sobre una base por completo metafísica, y que han desenvuelto sus sistemas por la fuerza pura del pensamiento trascendental, toman algún reconocido sistema de filosofía como base y lo amplían de tal modo, que únicamente un metafísico oriental podría soñarlo. Adquieren discípulos, que depositan en ellos una fe implícita, y fundan su pequeña escuela, la cual florece durante cierto tiempo dentro de sus propios límites; pero la filosofía especulativa de tal naturaleza es más bien una ocupación para la inteligencia que un saber verdadero. Tales "Maestros", comparados con los Adeptos organizados de la más elevada fraternidad, son como simples barcas comparadas con los transatlánticos—medios útiles de locomoción en su propio lago o río, pero no embarcación en la cual se puede confiar para un gran viaje de exploración al través del Océano.
Descendiendo a un nivel más bajo aún en la escala, nos encontramos en todas partes de la India, con yogis y fakires, en todos los grados de propio desenvolvimiento; desde el de los sucios salvajes, muy poco superiores a los gitanos que acuden a nuestras carreras de caballos a decir la buenaventura, al de hombres en cuya reclusión sería muy difícil para un extranjero penetrar, y cuyas anormales facultades y poderes sólo necesitan ser vistos o experimentados, para dar al traste con la incredulidad de los más batalladores representantes del moderno escepticismo occidental. Los investigadores superficiales confunden con mucha facilidad a tales personas con los grandes Adeptos, de quienes han oído hablar vagamente.
Sin embargo, en lo que a los verdaderos Adeptos se refiere, no puedo en la actualidad
aventurarme a decir nada acerca de lo que es la Organización Thibetana en sus más altas autoridades directoras. Estos mismos Mahatmas, acerca de los cuales podrán formar un concepto más o menos adecuado los lectores que pacientemente me lean hasta el fin, están subordinados en sus diversos grados al jefe de todos ellos. Ocupémonos más bien de las primeras condiciones de la educación oculta, lo cual puede comprenderse con más facilidad.
El grado de elevación que constituye un hombre, llamado en el mundo un Mahatma o un "Hermano", se alcanza únicamente después de prolongada y fatigosa probación y de ansiosas pruebas de una severidad realmente terrible. Hay quien ha pasado veinte, treinta o más años de intachable y ardua devoción, dedicado a la tarea que ha emprendido, y a pesar de ello se halla todavía en los primeros grados de su chelado, contemplando las alturas del Adoptado a la misma distancia por encima de su cabeza. Y en cualquier edad que un niño o un hombre se dedique a la carrera oculta, es, entiéndase bien, sin reservas de ningún género y por toda su vida. La tarea que emprende es el desenvolvimiento en sí mismo de muchas facultades y atributos que a causa de estar por completo latentes en la masa de la humanidad, su verdadera existencia no es sospechada, negándose la posibilidad de su desenvolvimiento. Y estas facultades y atributos, deben ser desarrollados por el mismo chela, con muy poca ayuda, si es que hay alguna, fuera de la dirección de su maestro. "El Adepto, dice un aforismo oculto, se hace a sí mismo; no se le convierte en tal." Puede ilustrarse este punto con referencia a lo que sucede en un ejercicio físico muy común. Todo hombre que posea el uso ordinario de sus miembros, puede nadar; pero sumérjase a aquellos que, según un dicho vulgar, no pueden nadar en aguas profundas, y se ahogarán. El mero procedimiento de mover los miembros, no es misterio ninguno; pero a menos que el nadador al moverlos posea la plena convicción de que tales movimientos producirán el resultado apetecido, éste no se logra. En este caso sólo tenemos que ver con fuerzas meramente mecánicas, pero el mismo principio se aplica a las fuerzas más sutiles. A la verdad, la mera "confianza" conduce al neófito oculto, mucho más
lejos de lo que el vulgo generalmente imagina. ¡ Cuántos lectores europeos permanecerían por completo incrédulos si se les refiriesen algunos resultados que los chelas ocultos, de los grados más incipientes de su educación, tienen que obtener por la sola fuerza de la confianza, y, sin embargo, oyen constantemente en la iglesia los familiares asertos bíblicos de que el poder reside en la fe, y dejan que las palabras pasen como el viento, sin dejar impresión alguna!
El gran fin y objeto del Adoptado, es lograr el desenvolvimiento espiritual, cuya naturaleza está sólo velada y disfrazada en las frases comunes del lenguaje exotérico. Decir que lo que el Adepto pretende es unir su alma con Dios, para poder, por lo tanto, entrar en el Nirvana, es un aserto que no tiene significación definida para el lector ordinario, y cuanto más la examine con el auxilio de libros y métodos comunes, es probable que tanto menos será capaz de comprender la naturaleza del proceso de que se trata o del estado deseado. Es necesario, en primer lugar, conocer el concepto esotérico de la Naturaleza y el origen y destinos del Hombre, todo lo cual difiere por completo de los conceptos teológicos, antes de que pueda hacerse inteligible una explicación del fin que el Adepto persigne. Mientras tanto, es conveniente que desde el principio mismo tratemos de sacar al lector de los errores respecto de los objetos del Adoptado, en los que es muy probable haya caído.
El desenvolvimiento de estas facultades espirituales, cuyo cultivo se relaciona con los más elevados objetos de la vida oculta, proporciona, a medida que progresa, mucho conocimiento incidental relacionado con leyes físicas de la Naturaleza en general, no comprendidas todavía.
Este conocimiento y el arte práctico de manipular ciertas fuerzas obscuras de la Naturaleza, que es su consecuencia, confiere a un Adepto, y hasta a los discípulos de un Adepto en un grado relativamente incipiente de su educación, poderes muy extraordinarios, cuya aplicación a asuntos de la vida diaria da lugar en ocasiones a resultados que parecen por completo milagrosos; y desde el punto de vista ordinario la adquisición de un poder, en apariencia milagroso, es un resultado tan estupendo que la gente se encuentra dispuesta a creer que el objeto del Adepto, al buscar los conocimientos que obtiene, no ha sido otro que investirse con estos codiciados poderes. Tal creencia sería tan razonable como el decir de cualquier gran patriota de historia militar, que su objeto al ser soldado fue llevar un brillante uniforme e impresionar la imaginación de las niñeras.
El método oriental para el cultivo del saber ha diferido siempre diametralmente del seguido en Occidente durante el desarrollo de la ciencia moderna. Al paso que Europa ha investigado la Naturaleza tan públicamente como ha sido posible, discutiéndose cada paso con la más absoluta libertad y circulando inmediatamente cada nuevo hecho adquirido para beneficio de todos, la Ciencia asiática ha sido estudiada en secreto y sus conquistas celosamente guardadas. No es necesario que intente la defensa o la crítica de estos métodos. Pero como quiera que sea, este modo de conducirse ha sido relajado hasta cierto punto en mi propio caso, y, como ya he dicho, tengo el pleno consentimiento de mis instructores para seguir ahora el impulso de mis propias inclinaciones como europeo, comunicando lo que yo he aprendido a todos los que deseen recibirlo. Posteriormente se verá en ello cómo la transgresión de las reglas ordinarias del estudio oculto, comprendida en las concesiones en la actualidad hechas,
cae naturalmente en su lugar debido en el esquema completo de la filosofía oculta. El acceso a aquella filosofía ha estado siempre, en cierto sentido, abierto a todos. A través del mundo entero ha sido vagamente difundida por varios medios, la idea de que cierto proceso de estudio, que algunos hombres siguen actualmente acá y acullá, podía conducir a la adquisición de una clase de conocimientos más elevados que los que generalmente se enseñan a la humanidad en los libros o por medio de públicos predicadores religiosos. El Oriente, como ya se ha dicho, ha estado siempre más que vagamente impregnado de esta creencia, pero aun en occidente, la masa entera de literatura simbólica referente a astrología, alquimia y misticismo en general, ha fermentado en la sociedad europea llevando a unas pocas inteligencias, particularmente receptoras y calificadas, la convicción de que detrás de toda esta falta de sentido, superficialmente incomprensible, grandes verdades permanecen ocultas. A estas personas, tal excéntrico estudio ha revelado algunas veces párrafos ocultos que conducían a los más grandes de los reinos imaginables del saber. Pero hasta ahora, en todos estos casos, con arreglo a la ley de estas escuelas, tan pronto como el neófito forzaba el paso de la región del misterio, le era impuesto el secreto más inviolable respecto de todo lo relacionado con su entrada en la misma y con sus progresos ulteriores. En Asia, del mismo modo, el "chela" o discípulo de ocultismo, tan pronto como se convierte en tal chela cesa de ser un testigo de la realidad de la ciencia oculta. Me he quedado asombrado al ver, así que empecé a ocuparme de este asunto, cuan numerosos son semejantes chelas. Pero es imposible imaginar acto humano
más improbable que la no autorizada revelación por parte de cualquiera de tales chelas a los profanos, de su calificación de tal; y así es como la gran escuela esotérica de filosofía conserva su seclusión con éxito completo.
En un libro anterior, El Mundo Oculto, he hecho un completo y fiel relato de las
circunstancias bajo las cuales me puse en relación con los hombres de dotes elevadísimas y profundamente instruidos, de quienes obtuve las enseñanzas que este volumen contiene. No necesito, pues, repetir la historia. Ahora me presento dispuesto a ocuparme del asunto desde un nuevo punto de vista. La existencia de Adeptos ocultos y la importancia de sus adquisiciones pueden establecerse por medio de dos diferentes clases de argumentos: en primer lugar, valiéndonos de la evidencia externa, del testimonio de testigos calificados, de la manifestación de personas relacionadas con Adeptos de facultades anormales que ofrezcan algo más que una mera presunción de la existencia de conocimientos de anormal amplitud; y, en segundo lugar, por la presentación de una parte considerable de estos conocimientos, suficientes para dar la seguridad intrínseca de su propio valor. Mi primer libro seguía el primero de estos métodos: ahora, emprendo la tarea más seria de trabajar en el segundo.
Fuente: The Esoteric Buddhism (Alfred Percy Sinnet)
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